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Los fotomatones no paran de reinventarse y no les gusta estarse quietos. Así, si te has paseado por París en los últimos años, no te habrás topado con los fotomatones tipo Amèlie para que te hagas una autofoto a la vieja usanza, sino que te habrás dado de bruces con Philippe Starck y sus vanguardistas cabinas de fotomatones donde el diseño y la tecnología caminan juntas.

No en vano, el diseñador es el responsable de unos fotomatones con sillín luminoso y que son todo un regalo para aquellos que gozan con las fotos. En concreto, las nuevas cabinas permiten el envío de imágenes a las diferentes redes sociales, además de proponer decorados virtuales para el fondo de las instantáneas más imaginativas y personales del mundo.

Lo cierto es que Andy Warhol adoraba los fotomatones, pues en la intimidad de las cabinas ensayaba mil gestos y caras que luego le ayudaban a crear alguno de sus más famosos autorretratos.

También otras caras legendarias responden al nombre de Elvis Prestley, Anna Frank o Marilyn Monroe con su pareja el dramaturgo Arthur Miller.

Y, por supuesto, ella: Audrey Hepburn. A la actriz la vimos en un divertido fotomatón al lado de colegas de la profesión como Mel Ferrer y el escritor Truman Capote, autor de ‘Desayuno con diamantes’.

Desde luego los fotomatones han sido testigos de muchas indiscreciones y se resisten a morir pues tienen mucha vida por delante.

Fue en 1926 cuando un avispado emigrante ruso afincado en Nueva York juzgó como buena idea instalar en Broadway una máquina de estas características. El fotomatón prontó se volvió popular con colas de gente esperando inmortalizarse. Tanto es así que la idea la vendió a un grupo de inversores por un millón de dólares.

Sí, definitivamente los tiempos de fotomatón no nos han dejado todavía ya sea en la vorágine de la calle o en una boda.

¡Larga vida al fotomatón!