Ha llovido mucho desde ese primer fotomatón instalado en Nueva York en 1925. De hecho, ahora es díficil verlos en las calles y se han mudado a las bodas y comuniones donde la clientela entra en desbandada.

No obstante, ahora podemos hablar de una nueva incoporación al mundo de los fotomatones y es la posibilidad de salir de la cabina no con unas divertidas fotografías, sino con una pequeña escultura de 10 centímetros que una impresora en 3D ha fabricado para la ocasión. ¿Qué te parece? ¿Aceptarías el cambio?

Lo cierto es que el fotomatón se limitaría a tomar múltiples fotografías del sujeto a retratar para, con posterioridad, producir una figura en miniatura de él. Por lo tanto, sería el adiós a la imagen en papel y la bienvenida a un nuevo concepto de ‘inmortalidad’.

Para llevarnos un souvenir de nosotros mismos o de una tercera persona, hay que entrar en una pequeña habitación protegida de la luz exterior, mirar hacia una de las esquinas de la habitación y, por supuesto, no moverse ni un ápice para que el escáner pueda tomar información del cuerpo (cabeza, abdomen, caderas y piernas, nada escapa a su ojo gracias a las cámaras de infrarrojos).

Detalles como el color y el peinado e incluso las pecas de la cara son almacenados para reproducir nuestro alter ego a pequeña escala.

Eso sí, pasar a la posteridad de semejante manera resulta algo caro, aunque todo depende del material escogido. Así, una figura elaborada con el ‘vil y contaminante plástico’ ronda los 20 euros. Si escogemos yeso cerámico, se sitúa entre los 70 o 170 euros. Y, por supuesto, el precio puede pasar a mayores si optamos por materiales como el oro o la plata.

En fin, si no tienes tiempo para jugar con tu hijo, siempre podrás darle una figurita tuya para que juegue con ella. Interesante manera de interpretar el ‘tiempo de calidad’ que debemos pasar con ellos. Obviamente es una broma.

Por cierto, no olvides que contratar una empresa de alquiler de fotomatones sigue siendo la apuesta más divertida.